Estos
principios serán agrupados bajo tres clasificaciones generales: lo que antecede
al acto de adoración; lo que sucede en el acto mismo; y lo que sigue al acto.
En realidad, toda la vida del creyente se resume en estas tres etapas: todo lo
que uno es y hace constituye una preparación para la próxima experiencia de
adoración; luego se produce el encuentro con Dios; y después todo lo que uno es
y hace debe reflejar la experiencia que tuvo en la presencia de Dios. Es
importante notar que muchos de los principios se repiten frecuentemente,
destacándose tanto en el AT como también el NT.
Lo que antecede a la adoración que agrada al Altísimo
Ningún
ser humano puede agradar a Dios en la adoración sin la debida preparación. Como
uno, con sumo cuidado y diligencia, se prepara para entrevistarse con una
persona de alta dignidad, en la misma manera es lógico que sea diligente en la
preparación para entrevistarse con la Dignidad Suprema, el mismo Creador del
universo. Por otro lado, es cierto que Dios está disponible en todo momento para
el creyente que lo busca con corazón sincero. En un momento de suma emergencia,
el creyente que está en buena relación con Dios puede clamar a él sin pasar por
un período de preparación. Esta preparación específica incluye por lo menos
cinco elementos: tomar conciencia de la persona de Dios; tomar conciencia del
propósito y obras de Dios; tomar conciencia de su propia necesidad; tomar en
cuenta las instrucciones de Dios; tomar medidas adecuadas para expresar su
adoración.
Tomar conciencia de la persona de Dios
El
hombre no descubre a Dios, sino que Dios toma la iniciativa y se revela al
hombre. Dios se ha revelado en el pasado por sus obras, por sus profetas, pero
supremamente en la persona de Jesucristo. Él sigue revelándose por medio de la
naturaleza, las circunstancias, la oración, las obras de Dios en el mundo, pero
más clara y objetivamente por medio del estudio y meditación de la Biblia. De
allí lo imprescindible del estudio de la Palabra de Dios diariamente, antes de
iniciar el período de adoración. El caso clásico de la importancia de la
lectura de las Sagradas Escrituras como preparación para el acto de adoración
se encuentra en Nehemías 8. Todo el pueblo estaba reunido y leyeron «el libro
de la ley de Moisés ... desde el alba hasta el medio día» (8.1, 3). Ese texto
sagrado revelaba la naturaleza de Dios: p. ej. como creador, poderoso,
protector, proveedor, paciente, perdonador y misericordioso.
Tomar conciencia del propósito eterno de Dios y de sus
obras
Dios
tiene un propósito definido y eterno que está llevando a cabo en el mundo. El
propósito eterno de Dios es esencialmente una extensión o expresión de su
naturaleza. Uno de los problemas más graves del pueblo escogido de Dios era el
hecho de ignorar, a veces con toda deliberación, la naturaleza de Dios y su
propósito eterno. Esta ignorancia, o falta de consciencia de la naturaleza de
Dios, de hecho pervertía su adoración.
Tomar conciencia de su propia necesidad
Uno
de los motivos más comunes que convence al hombre, aun al más orgulloso, de que
debe buscar el rostro de Dios es su propia necesidad. El hambre, la desnudez,
la falta de techo o atención médica, un peligro inminente o la amenaza de
muerte, todas éstas son las necesidades que el hombre reconoce primero; pero la
necesidad espiritual es la condición de todo ser humano y la más urgente. El
tomar conciencia de su propia necesidad, en cualquiera de las áreas, es parte
de la preparación necesaria para rendir a Dios adoración que le agrada. Uno
busca a Dios porque siente agudamente su necesidad de ayuda divina.
Frecuentemente, en la Biblia, este reconocimiento de necesidad personal se
destaca antes de la adoración.
Tomar en cuenta las instrucciones de Dios y de haber sido obediente
Una
vida fiel y obediente a la voluntad de Dios es imprescindible como preparación
para agradar a Dios en la adoración. Tal fue el caso de Abraham cuando se
preparaba para adorar a Dios (Génesis 17.3). Había caminado en obediencia ante
Dios desde que salió de Ur de los Caldeos. También, antes de ofrecer a Isaac, Abraham
era consciente de que había seguido todas las instrucciones de Dios y que aun
ahora, a pesar del dolor que significaría el sacrificio de su único hijo,
estaba en el camino de obediencia. El mandato de adorar únicamente a Dios se
establece firmemente en los diez mandamientos (Éxodo 20.1-6), pero es explícito
con el término proskuneo en Apocalipsis (19.10; 22.8, 9).
Tomar las medidas adecuadas para expresar su adoración
Al
prepararse para adorar, uno debe reunir o cumplir, con anticipación y cuidado,
todo lo necesario para expresar la adoración. Tratándose del diezmo y ofrendas,
es importante determinar de antemano la cantidad y tenerla lista para
entregarla. El esperar al último momento para tomar esta decisión y preparar la
ofrenda, o llegar al lugar de adoración sin haberla decidido o preparado,
confiando en la inspiración del momento, o entregando lo que uno tenga a mano,
indica irresponsabilidad si no irreverencia ante Dios. Cuando se trata de un
malestar u ofensas entre hermanos, Jesús exige la reconciliación antes de
entregar la ofrenda en un culto de adoración (cf. Mateo 5.23, 24).
James W.
Bartley
Este
artículo ha sido compilado por David Fajardo, tomado del libro La adoración que
agrada al Altísimo. Perspectivas bíblicas, de James W. Bartley. Publicado por
Casa Bautista de Publicaciones. Visite, www.casabautista.org
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