¿Alguna vez se ha puesto a pensar que cuando los niños
crecen parecen como flores que se abren? Aún no sabemos exactamente en qué se
transformarán, sin embargo, debemos guiarlos de manera tal que ellos puedan
descubrir y desarrollar sus capacidades y potenciales.
Las plantas de mi jardín sufren porque, a veces, pasan días
sin que las riegue. Cuando veo que las hojas mustias y los pétalos comienzan a caerse, me
doy cuenta de que debo regarlas. Otras veces, generalmente después del olvido,
las riego más seguido, y entonces y terminan igualmente agredidas por el exceso
de agua.
En Deuteronomio 32.2 tenemos una ilustración de plantas y
lluvia que Moisés usó para recitárselo al pueblo de Israel. Esta era una canción
que ayudó a darles una buena enseñanza a su pueblo y recordarles su
historia, la presencia de Dios y sus planes para ellos. Moisés se refirió a la
buena enseñanza como la lluvia, el roció y la llovizna; y a las personas del
pueblo como los niños, la grama y la hierba.
¿Puede imaginarse la grama? Cuando recién se la siembra es
delicada, fácil de destruirse o secarse, pero si se la cuida, crece con rapidez.
¿Puede imaginarse una tierna planta? Generalmente a las plantas tiernas y
jóvenes se les deja desarrollar sus raíces en un ambiente seguro para que
después puedan ser transplantadas.
¿Qué tiene todo esto que ver con los niños? Bueno, de la
misma manera que los jardineros deben conocer la manera en que sus plantas
crecen y se desarrollan, las personas que trabajan con niños deben conocer cómo
ellos aprenden, se desarrollan y crecen.
Así como los jardineros deben entender
la fragilidad de sus tiernas plantas, los maestros de niños deben entender la
singularidad de la naturaleza de los niños y las niñas que tiene por alumnos.
Ore a Dios para que estas palabras de Deuteronomio 32.2
se transformen en una petición diaria.
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